Zazpi Katu resistió todo lo que pudo ante un importante despliegue policial
Zazpi Katu no se lo puso fácil a quienes por la fuerza de las armas y con el apoyo de mazas, hachas y palanquetas desalojaron ayer por la mañana la última sede del gaztetxe del Casco Viejo bilbaino en las escaleras de Solokoetxe. Policías municipales, ertzainas y bomberos lograron finalmen- te clausurar el local autogestionado, aunque los jóvenes anunciaron que no se quedarían de brazos cruzados. Dicho y hecho: por la tarde varios de ellos volvieron a entrar en el gaztetxe.
La operación contra la sede de Zazpi Katu comenzó a las 8.45, cuando se hizo visible el despliegue de Policía Municipal y Ertzaintza en los alrededores del gaztetxe, situado en las escaleras de Solokoetxe. Media hora más tarde, llegaba el personal del Juzgado con la orden de desalojo, al igual que algunas decenas de personas dispuestas a no permitir la clausura.
El ruido estridente de una sirena sirvió de señal de alarma para anunciar a los cuatro vientos que el último proyecto juvenil en el corazón de la villa estaba en peligro. También ayudó el ulular de las dotaciones policiales que se desplazaron hasta la calle Ronda para apoyar el operativo de cierre.
Zazpi Katu no se lo puso fácil a quienes por la fuerza de las armas y con el apoyo de mazas, hachas y palanquetas desalojaron ayer por la mañana la última sede del gaztetxe del Casco Viejo bilbaino en las escaleras de Solokoetxe. Policías municipales, ertzainas y bomberos lograron finalmen- te clausurar el local autogestionado, aunque los jóvenes anunciaron que no se quedarían de brazos cruzados. Dicho y hecho: por la tarde varios de ellos volvieron a entrar en el gaztetxe.
La operación contra la sede de Zazpi Katu comenzó a las 8.45, cuando se hizo visible el despliegue de Policía Municipal y Ertzaintza en los alrededores del gaztetxe, situado en las escaleras de Solokoetxe. Media hora más tarde, llegaba el personal del Juzgado con la orden de desalojo, al igual que algunas decenas de personas dispuestas a no permitir la clausura.
El ruido estridente de una sirena sirvió de señal de alarma para anunciar a los cuatro vientos que el último proyecto juvenil en el corazón de la villa estaba en peligro. También ayudó el ulular de las dotaciones policiales que se desplazaron hasta la calle Ronda para apoyar el operativo de cierre.
Para las 10.45, Zazpi Katu estaba rodeado de policías municipales y ertzainas provistos con material antidisturbios que, apoyados por un cerrajero, trataron de franquear la puerta de acceso. No lo consiguieron y, por ello, llamaron a los bomberos, que al llegar fueron recibidos por los mismos gritos y consignas que despidieron momen- táneamente al cerrajero.
Bomberos y policías ascendieron por las escaleras mientras arreciaban los gritos de «Zazpi Katu aurrera» y «un desalojo, una ocupación» del medio centenar de jóvenes que, desde la calle Ronda, respaldaban la resistencia desde el interior del gaztetxe. Al llegar frente al acceso, el polvo de extintor lanzado retrajo a bomberos y policías mientras los concentrados les espetaban: «Muy valientes, armados hasta los dientes».
No gustaron las consignas de apoyo a los resistentes y los ertzainas desplazaron a los manifestantes a unos metros, a la vez que comenzaron a identificar a algunos de ellos.
Los gritos de apoyo a Zazpi Katu y la ocupación no cesaron y arreciaron aún más a las 11.35, cuando cuatro bomberos pertrechados de dos mazas, un hacha y una palanqueta empezaron a golpear la puerta del gaztetxe. Unos cinco minutos necesitaron para tirarla abajo y acceder al interior del local, donde los policías municipales procedieron a apagar la estridente sirena que denunciaba el desalojo. Un agente llegó a entrar con un perro para efectuar un registro más minucioso.
Entonces, sorpresivamente, un joven apareció en la cubierta del gaztetxe ondeando una bandera naranja de Bilboko Okupazioaren Mugimendua (BOM), que fue saludado por aplausos y nuevas consignas de apoyo como «gaztetxetik ez dira pasako», «alde hemendik utzi pakean», «ez gaituzue geldituko» o «más cultura fuera Policía», mientras un centenar de personas desde la calle Ronda ondeaba algunas banderolas naranjas y golpeaba objetos metálicos.
La resistencia pacífica del joven obligó a agentes y bomberos a ascender al tejado, donde tranquilamente se encontraba sentado esperándoles. Fue identificado y puesto en libertad. Al descender fue recibido por quienes denunciaban el desalojo. Una vez que los numerosos medios de comunicación abandonaron el lugar, la Policía autonómica cargó contra los concen- trados y detuvo a un joven al que acusó de «falta de respeto a los agentes».
Las reacciones al desalojo no se hicieron esperar. El Consejo de la Juventud de Euskadi mostró su rechazo a la operación y apoyó al movimiento de gaztetxes, al estimar que «son necesarios». Además, trasladó a las administraciones públicas, «y de manera especial al Ayuntamiento de Bilbao, la necesidad de afrontar la realidad de los gaztetxes desde otros parámetros, valorando tanto el trabajo que se hace en los barrios como el esfuerzo de organización juvenil que suponen».
Aralar también denunció el desalojo, que EAE-ANV calificó de «claro ejemplo de la política retrógrada hacia la juventud» del equipo de gobierno PNV-EB. Acusó al Consistorio de apostar por «una ciudad escaparate que vender a los turistas en lugar de preocuparse por las necesidades reales de ésta y de sus vecinos y vecinas; en este caso de la falta de espacios para la juventud».
Precisamente, con la firme intención de no perder ese espacio, un grupo de jóvenes volvió a entrar poco antes de las 20.00 en el local. Allí seguían a última hora de la noche, resistiendo, y han convocado una manifestación para este sábado a las 18:00 de la tarde desde la Plaza Circular de Bilbo.
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